OBJETOS MÁGICOS PROTECTORES, AYER Y HOY

Al principio de los tiempos el entorno que rodeaba al hombre era hostil. La dureza del clima, los fenómenos naturales, las enfermedades y el hambre, entre otros muchos elementos, hacían que el hombre primitivo se sintiera atemorizado. Pero rendirse al miedo era detenerse y morir. Por eso buscaron ayuda en un gigantesco aliado: los poderes de la naturaleza. Convirtieron en dioses a estas fuerzas naturales, les otorgaron ciertos atributos y empezaron a adorarlos. Luego buscaron un símbolo que representara a los dioses y a las fuerzas que encarnaban y los tallaron o dibujaron sobre diferentes objetos: había nacido el amuleto. Así fue como el sol, la luna, la tierra, los océanos, convertidos en dioses poderosos, empezaron a ocuparse de temas muy concretos: la guerra, el amor, la justicia, la belleza, la fuerza, el tiempo, etc.

El hombre primitivo pensaba que al crear un símbolo se concentraba en él todo el poder y las facultades de los dioses y que, a través de sacrificios y adoraciones, los humanos podían extraer esos poderes y utilizarlos en caso de necesidad con el fin de triunfar y sentirse felices. Se sentían seguros y protegidos simplemente llevándolos constantemente encima inscritos sobre cualquier objeto o colocándolos en sus casas. El amuleto se convirtió en un sinónimo de fe, de creencia en los poderes sobrenaturales de los dioses y en un poderoso utensilio contra el miedo. Y pervivió a lo largo de los siglos.

Desde entonces, los amuletos se utilizan para protegernos contra los peligros del entorno, para aumentar la confianza en nosotros mismos, para disminuir nuestros miedos y para darnos fortaleza. Pero para conseguir todo esto hay que creer en ellos. Si no creemos en las fuerzas universales que hay a nuestro alrededor, si no creemos en nosotros mismos, posiblemente nos resultará muy difícil sobrevivir y seremos incapaces de acudir a la ayuda que los amuletos nos pueden proporcionar.

Los amuletos expresan nuestros deseos, nuestras necesidades, nuestras esperanzas, todo lo que encierra el corazón del hombre: el amor, la fortuna, la lealtad, la envidia, la esperanza, la prosperidad, la salud, la felicidad, la suerte... todo está concentrado en ellos y al alcance de cualquiera de nosotros. Ellos esperan, nosotros decidimos.

Los expertos sobre temas naturales y sobrenaturales todavía no se han puesto de acuerdo sobre el poder que encierran los amuletos. Algunos afirman que verdaderamente tienen poderes mágicos, otros insisten en que sólo representan ayudas psicológicas que benefician a las personas porque las fortalecen mentalmente. Posiblemente las dos versiones encierren algo de verdad y sean igualmente efectivas. Pero lo más importante, lo que sí es realmente cierto, es que el auténtico poder encerrado en un amuleto es el poder de nuestra propia mente, nuestra creencia, nuestra fe, capaz de alterar en un momento determinado las circunstancias de nuestra vida, y de esta manera poner en pie el concepto de magia. Si creemos en el poder de un amuleto, ese poder nos hace sentimos fuertes y protegidos, cuando no creemos se rompe el vínculo entre nosotros y él y por lo tanto ningún poder nos puede transmitir.

La virtud más importante que tiene un amuleto es la de librar a su dueño de daños y peligros y traerle felicidad y buena suerte. Pueden estar confeccionados de cualquier cosa, una piedra, un trozo de madera o metal, una planta, una concha extraída del mar, un anillo. Sobre ellos se realiza una inscripción que representa a los poderes de las fuerzas sobrenaturales, así como a otro tipo de cualidades y atributos, los cuales son invocados por su portador con el propósito de obtener protección. Generalmente se llevan colgados del cuello, en el bolsillo o simplemente los tenemos en casa.

Todos los pueblos de la antigüedad han confeccionado amuletos con fines protectores y mágicos para alejar las malas influencias y propiciar el bien. Fueron ideados por hombres como nosotros que necesitaban protegerse de las adversidades que encontraban en su andadura por la vida. Hoy también estamos necesitados. En multitud de ocasiones nos sentimos desamparados e impotentes. Si creemos en ellos y los utilizamos nos sentiremos protegidos. Ellos nos envolverán. Tal vez, una aureola de bienestar hará que el miedo y las desgracias se alejen de nosotros recuperando el descanso y la prosperidad.