LA RUNAS, UN VIAJE INTERIOR

A pesar de que su procedencia está todavía hoy sometida a estudio, una de las ideas más generalizadas es que surgieron del alfabeto etrusco utilizado por las tribus itálicas del norte que se establecieron en los Alpes orientales. Es posible que posteriormente algún pueblo germánico instalado en alguna región de lo que hoy es Bohemia lo desarrolló entre el siglo II o el III d.C. A las dificultades de establecer sus orígenes hay que añadir que tampoco se conoce ninguna obra literaria escrita en este alfabeto. Sólo se han encontrado inscripciones más o menos largas grabadas en monumentos ofreciendo máximas y consejos, por supuesto para aquellos que supieran leer y descifrar los enigmáticos mensajes.

Las inscripciones más antiguas que se conocen se sitúan en el año 200 (siglo III) en Dinamarca, país que conserva más de 200. Suecia sin embargo se pone a la cabeza con 2000 inscripciones y Noruega unas 50. Los caracteres de este alfabeto tienen una forma alargada muy peculiar porque se realizaban sobre pequeños tocones de madera cuya fibra seguía el sentido longitudinal, por eso tuvieron que evitarse los rasgos horizontales y las curvas. Hasta la fecha no se han encontrado ninguna de estas tablas, pero sí se poseen inscripciones en piedra y en metal encontradas en toda la Europa occidental sobre monumentos de piedra y en objetos metálicos tales como puntas de lanza y amuletos.

A pesar de toda la complejidad y misterio que rodea la existencia y origen de las runas, han pervivido a lo largo de los siglos y nos han acompañado para realizar un viaje al interior de nosotros mismos. ¿Un viaje interior?. Sí, así es, porque cada uno de estos signos era algo más que una simple letra. Poseían un poder mágico... , pero eso es ya otro tema que veremos.